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CÓMO HICE MI PRIMERA MEDIA MARATÓN SIN CAER EN EL INTENTO

Nunca imaginé que lo conseguiría. Es más, para mí era algo que ni siquiera se me pasaba por la cabeza. Siempre había admirado a las personas que son capaces de correr. Las admiraba solo por correr, ya ni siquiera me paraba a pensar en la distancia que hacían. Para mí, el mero hecho de trotar durante 20 minutos me parecía un mundo en el cual yo no encajaba, ni encajaría…

La Silvia de hace unos años no tiene nada que ver a la de ahora. Y en gran parte es gracias a correr. Cuando terminé la universidad tuve experiencias increíbles, como vivir en el extranjero, buscarme la vida por Madrid, pero la mayor aventura de mi vida fue opositar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, porque me ha cambiado la vida tanto en el proceso como en la actualidad.

El no ponerme límites y probar cosas nuevas, aunque después las descarte, forman parte de mi manera de ser. A pesar de la carrera de fondo que supone opositar, la verdadera y literal carrera de fondo que he hecho en mi vida, la mayor hasta el momento, es la Media Maratón de Barcelona 2020. Una meta inesperada que yo solita me he currado, y sin alguna duda volveré a currarme. Pero no voy a contaros lo que supuso para mí sin antes deciros cómo empecé a correr.

Todos pasamos por varias crisis existenciales a lo largo de la vida. Se van terminando fases, una a una, y te vas replanteando qué hacer con tu vida, hacia dónde dirigirla, te preguntas si lo que haces es lo correcto, si te gustaría mejorar en un aspecto u otro… Y yo no iba a ser menos. Mis momentos de caos y de reflexión me llevaron a tomar la decisión, como he comentado anteriormente, de opositar. Una de las pruebas son las físicas y yo no había hecho hasta el momento casi nada de deporte, por no decir nada. Además en aquel momento era fumadora, si se puede decir así ya que a diario me fumaba dos o tres cigarros, pero bueno, suponía un lastre más a añadir a la mochila de las excusas.

Los primeros entrenamientos eran una toma de contacto con la pista, y con todos los ejercicios que tenía que hacer, pero de ahí saqué en claro un par de cosas, de las más importantes: qué necesario es alguien que te motive a entrenar y qué necesario que lo haga con mucha energía positiva y no a gritos. Esta experiencia me guió a buscar a otro entrenador, que hiciera exactamente lo que he mencionado, porque a pesar de que yo soy la única que tiene que hacer el trabajo, alguien que te guíe por el buen camino, que sepa cuáles son tus objetivos y que te trasmita su pasión por el deporte, para mí es clave.

Así fue como conocí a Félix Laguna, en el Estadio de Atletismo “Corona de Aragón”, en Zaragoza. Le estaré enormemente agradecida por saber transmitirme esta forma de vida tan importante como es para mí correr. Gritándome mientras hacía las series: “¡Aún puedes más, puedes más!”, y levantándome el ánimo cada vez que me daba el bajón. Con todo ello, las rutinas de entreno y la motivación, fui poco a poco mejorando, y como he dicho que no me pongo límites, pronto se verían los resultados.

Durante esta temporada de dos años es cuando fui aprendiendo, aparte de la técnica, que se corre mucho con la cabeza. Correr ya no es algo físico sino que es una fuerza interior la que te hace aguantar y la que te envía mensajes de resistencia. Corras rápido o corras como un fondista, es la propia energía mental la que hace que tus piernas se muevan y que tu cuerpo no pare. Es cuestión de tiempo y práctica.

Pronto empecé a hacer carreras de 5k y 10k, esta última la distancia más larga que había hecho hasta el momento. Y fui descubriendo el ambiente que todo ello conlleva, y que mi salud física mejoraba notablemente con el paso del tiempo. Mi ánimo también mejoraba, y por fin tomé otra de las mejores decisiones que he hecho en mi vida: dejar definitivamente de fumar.

Han pasado ya cuatro años de todo aquello. Por trabajo me ha tocado venir a una de las mejores tierras de España, La Rioja, y por si fuera poco, he conocido a unas de las mejores personas de aquí, mis chicas de “Locas que Corren”: gente sana, buena y de las que hacen sacar lo mejor de ti. Como he dicho antes, ¡de esas personas hay que rodearse!

Pero fue un día tonto de noviembre cuando una amiga de Barcelona vino con su novio a visitarme y, tras unas horas en la naturaleza en Arnedillo, me propusieron algo que llevaba un tiempo pensando pero que pasaba desapercibido en cierto modo por mi cabeza: hacer la Media Maratón de Barcelona. La carrera era en Febrero. Tenía unos meses por delante para darle duro y entrenar. Aunque mi única meta era acabar la carrera, conforme se acercaba la fecha me iba exigiendo a mí misma y sabía que llegado el día iba a querer hacerlo lo mejor posible. Seguí las indicaciones de mi entrenador riojano, David, de “Entrena Corriendo” (de los mejores que me encontraré por este camino llamado vida, sin duda), y llegado el día sabía que lo iba a lograr.

A pesar de haber estado ingresada en el hospital a finales de enero por una gastroenteritis aguda, retomé los entrenos poco a poco. Lo primero era la salud, obviamente, y si llegaba el 16 de febrero y no podía correr, lo hubiera dejado para otra ocasión. Pero me sentía fuerte y con muchas ganas.

Con mi experiencia de anteriores carreras, sabía que me lo iba a pasar muy bien. ¡Lo que no sabía es que tanto! Me imaginaba lo de siempre, muchos corredores y corredoras dándolo todo en el asfalto, música, gente animando… Y así fue, pero empecé a correr y me di cuenta de lo afortunada que era de poder vivir esa experiencia, de que mi salud me lo permitía y de que todas las circunstancias eran idóneas para poder llevarlo a cabo: el clima, las principales vías de la capital catalana con sus bonitos edificios, mis amigos…

Los primeros kilómetros fui acompañada de mi amiga Cristina e Iván, pero en el cuarto kilómetro nos tuvimos que separar. Y yo seguí para delante, a mi ritmo, ligera, disfrutando con una sonrisa de todo lo que me acontecía. Creo que la clave para ir sobrellevando los kilómetros es no pensarlo. Al igual que cuando estamos aburridos, no hay que mirar el reloj, pues algo parecido. Solo dejarse llevar y fluir entre la marea de personas que al igual que tú quiere mejorar sus capacidades mientras hace una de las cosas que más le gusta.

Normalmente me pongo los cascos cuando corro y dejo que el ritmo de la música fluya por mis venas, pero esta vez los dejé guardados y me dispuse a disfrutar del ambiente. Creo que fue a partir del kilómetro 15 cuando simplemente me empecé a plantear que mi cuerpo iba solo, que se resentían las piernas un poco, que me quedaba menos de la mitad y que iba a lograrlo.

Mandarte mensajes positivos es la única vía que existe para alcanzar tus objetivos. En el kilómetro 17, justo cuando el circuito de la carrera se adentraba en el puerto marítimo, empecé a ver muchas bajas. Gente desmayada o simplemente que abandonaba porque no le quedaban fuerzas o se encontraban mal. Como había muchos voluntarios, sanitarios y policías ayudando no me paré a echar una mano, pero sí que percibí que mi mente ya no funcionaba igual. Me estaba debilitando.

Desde ese momento y hasta el kilómetro 20, pasé por los momentos más duros de la carrera. Hasta ese instante había ido corriendo a una velocidad muy ágil para como suelo entrenar normalmente. Algunos kilómetros los hacía a 5'30'' y otros incluso rozaba los 5' ¡Y me sentía muy bien! Pero fue adentrarme en la playa y tener que recurrir a mis recuerdos: “¡aún puedo más, aun puedo más!” e ir pensando en cosas banales para poder sobrellevarlo.

Justo en el kilómetro 20, con una gran orquesta y un ambientazo de la leche a un lateral de la calzada, pensé que era el último kilómetro y que tenía que darlo todo. Y así fue. Aunque fue el kilómetro más largo de mi vida porque nunca llegaba la meta, traspasé la línea de llegada con una sensación de dolor y orgullo que no me la quitará nada ni nadie en la vida. Resultado final: 2 horas y 1 minuto; una media de 5' 45'' el kilómetro. Más que satisfecha y con mil ganas de mejorar en la siguiente.

Y esto es solo la primera de muchas. Cuando todo vuelva a la normalidad, cuando la pandemia decaiga, se extinga, y podamos volver a la vida normal, voy a seguir apostando por la salud, por un deporte tan exigente como es correr, que me haga sentir como hasta ahora. Hasta que las rodillas, los pies y el corazón me dejen.

Por si hay alguien que quiere y no se decide a correr, me gustaría deciros una cosa. Vais a pasarlo mal al principio, cuesta llevar una rutina marcada, pero una vez que empecéis a hacerlo con gusto, disfrutándolo de verdad, es de los mejores regalos que os podéis daros a vosotros/as mismos. Que os traerá muchas más cosas buenas de las que os imagináis. Eso sí, buscad asesoramiento profesional, o al menos, investigad un poco acerca de los entrenos, cómo llevarlos a cabo. Correr por correr no sirve de nada si no se sabe empezar como es debido. De nada sirve hacer el primer día 40 minutos si después no eres capaz de continuar, y sobre todo, por las lesiones, que aparecen también de la nada y pueden repercutir en la salud durante un tiempo.

Desde que tomé la decisión de continuar corriendo, pese a haber aprobado la oposición, he visto sitios espectaculares, he sentido miles de cosas que de otra forma no hubiera descubierto y he aprendido a amar los domingos. Porque los domingos antes eran días de vaguear, de ver pasar las horas desde el sillón sin ninguna expectativa a la vista nada más que pensar en el lunes. Pero juntarte con un grupo de mujeres maravillosas, todos los fines de semana, eso sí que aporta energía positiva a la vida.

Los domingos con ellas son un día más de entrenamiento pero consiguen que todo se haga más llevadero. Con ellas he disfrutado y he sufrido, y forman parte de mi progreso. Por ello les estaré eternamente agradecida. De corazón.

Gracias a todas las personas que han formado parte de mi camino y siempre me han apoyado en todo. Y especialmente muchas gracias a mis “Locas que Corren”, por darme un huequito cuando te sientes sola en una ciudad nueva, por darme voz para contar mi pequeña experiencia y por compartir conmigo una de nuestras mayores pasiones como si os conociera de toda la vida.

Gracias, siempre, de corazón.



Silvia Gil Gonzalo




¡GRACIAS POR LEERNOS!



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